martes, 20 de enero de 2009

Moral del mínimo esfuerzo



El trabajo dignifica al ser humano. Esta frase que probablemente suene nueva y sorprenda a nuevas generaciones y que habitualmente hemos oído los que no somos ya precisamente jovenzuelos, entraña en sí misma una filosofía cuya validez esté empezando a cuestionarse.

El cuento de la cigarra y la hormiga, ha servido a generaciones de moraleja ejemplarizante, pero cuya transcripción a los tiempos modernos se hace difícil de conjugar. Apenas la expresión trabajar como hormigas queda como recuerdo, y puede ser utilizada en ciertas ocasiones por aquellos que encontramos connotaciones en la más extendida trabajar como negros.

El modelo de sociedad moderna no propicia especialmente la cultura del esfuerzo. El éxito y el dinero son los nuevos reyes, y de nada valen esfuerzos ni afanes de superación. Este cambio se ha venido desarrollando desde el principio de la revolución industrial. El trabajo de las máquinas ha facilitado que el individuo no tenga que realizar trabajos demasiado sacrificados que hasta ese momento venía desarrollando.

En nuestros días existe otra nueva revolución referente al cambio de la sociedad, afectando a que los individuos pasan a formar parte de la sociedad de la información y la comunicación. Las nuevas tecnologías hoy en día vuelven a ser dinamizadoras del cambio, facilitando numerosas tareas reduciendo sustancialmente los esfuerzos y exponencialmente los tiempos necesarios para los trabajos.

Al igual que ocurriera con las máquinas, las posibilidades de la tecnología han cubierto casi todos los sectores, ampliándose el abanico de utilidades día a día. Ya no es posible imaginar un mundo carente de dichas funcionalidades, lo que lleva en ocasiones a ni siquiera plantearnos actividades cuya ejecución sería posible sin dichas tecnologías.

Como ejemplo de lo apuntado anteriormente observo que los alumnos a los cuales doy clase apenas se preocupan del cálculo mental, pues disponen de calculadora.... en el móvil. Todo un avance científico que reduce nuestro esfuerzo y capacidades.

Catalogar lo que realizan con la escritura merece capítulo aparte. No hace mucho que solicité una carta individual que expusiera los motivos por los cuales unas asignaturas les gustaban más que otras. Mi sorpresa al revisar dichas cartas fue que las manuscritas contenían innumerables faltas de ortografía (por no hablar de las pobres o míseras construcciones gramaticales), mientras que en las que fueron entregadas mediante un procesador de textos hubo algunas que las contenían y otras no. Las nuevas tecnologías ayudaron a estos últimos a la corrección ortográfica, pero no a la gramatical.

Recriminar a los alumnos por su falta de capacidad de cálculo o por su pésima escritura sólo conlleva la manida constestación de ... "¡si ya lo hace el ordenador o el móvil!".

Será por deformación profesional, pero suelo insistir a mis alumnos que las calculadoras, ordenadores, hojas de cálculo etc, son tontos, sólo dan un resultado y que es necesaria nuestra interpretación. Y es ahí donde los perjuicios de la tecnología son más patentes, y no sólo en alumnos. ¿Cuántos adultos habrá hoy día tirándose de los pelos por no saber interpretar la simulación de una hipoteca?

En general, en los procesos de aprendizaje no sólo se pretende que adquiramos unos conocimientos, sino unas capacidades; en este sentido la tecnología nos posibilita los conocimientos, pero sin esfuerzo difícilmente adquiriremos las capacidades.Los ejemplos de "milagros" sin esfuerzo en la red son cada día más frecuentes, debido en parte a la premura de tiempo que impera en nuestra sociedad, pero también a que no estamos dispuestos a invertir demasiados esfuerzos en conseguir nuestras metas:

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