La necesidad de adaptación a los nuevos tiempos, unida al deseo de llamar la atención sobre el producto que publicitan ha determinado que en no pocas veces la publicidad haya tenido diversos problemas en su distribución.
En España, como en el resto de Europa y en Estados Unidos, los anuncios están sometidos, además de a la ley, a códigos a los que, de manera voluntaria, se adhieren la mayoría de las empresas de cada sector. Por eso, un organismo de autorregulación, Autocontrol, revisa gran parte de los anuncios antes de que se difundan.
Dado que como en casi todos los aspectos de la vida la publicidad "cuela" determinados mensajes sin que en principio resulten ofensivos, pero que tras la denuncia de algún colectivo o la alarma social correspondiente resulta retirado, no debemos pasar por alto la necesidad de llamar la atención sobre aquellos aspectos de la publicidad hirientes.
Es más, en especial la publicidad dirigida al público infantil, (donde el control es mayor), no es extraño el encontrar estrategias donde el reclamo publicitario se centra en los juguetes o cromos o regalos asociados a comidas en lugar de publicar las excelencias gastronómicas del mismo. Citando posts anteriores es más efectivo moldear mentes....
La última y más reciente controversia sobre la autorregulación de la publicidad se extiende a un tema tan sensible como la religión. Ya circulan en Barcelona y próximamente (si así se autoriza) lo harán en Madrid autobuses con mensajes a favor y en contra del ateísmo.
La publicidad es necesaria pero tiene que tener un medio, que no sé si será su autorregulación, para que no sea coactiva.
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