La necesidad de adaptación a los nuevos tiempos, unida al deseo de llamar la atención sobre el producto que publicitan ha determinado que en no pocas veces la publicidad haya tenido diversos problemas en su distribución.
En el artículo Silvia Blanco, se plantea si cualquier cosa puede servir para educar o no. En mi opinión nada es bueno o malo, útil o inútil, sino que depende del uno que se le de. Ciertamente, cuando se lanzan mensajes se hace con una finalidad, y ésta intencionalidad puede ser entendida o no por el receptor, o incluso malentendida. El refrán español que dice que el que regala bien vende, si el que recibe lo entiende ilustra claramente esta idea.
Nada es capaz de educar por sí solo. La publicidad, bien utilizada es un medio muy eficaz para transmitir un mensaje a nuestros alumnos, para abrir un debate en el aula acerca de un determinado contenido publicitario.
En principio si la publicidad va acompañada por una labor de concienciación ciudadana acerca de la temática que rodee al anuncio en cuestión, este tipo de advertencia surtirá más efecto entre la población. Pero, por otra parte, también creemos, al igual que Marc Puig (Decano del Colegio de Publicitarios de Cataluña), que, a menudo, “las autoridades escurren el bulto y no toman decisiones valientes: si algo es nocivo, que lo prohíban o tomen medidas, pero que no obliguen por ley a la publicidad a asumir las advertencias. Es como si dijeran ‘este coche contamina mucho, y yo no hago nada al respecto, pero póngalo usted en su anuncio’."
En este sentido la publicidad no puede ser ilícita, engañosa, desleal ni subliminal tal y como señala la Ley General de Publicidad. Es más, ésta debe ser veraz y respetuosa con las personas y sus derechos.
Sin embargo además de la legislación vigente, tanto en Estados Unidos, España y el resto de Europa, existen una serie de códigos a los cuales de forma voluntaria se adhieren la mayoría de las empresan publicitarias. Es así como un organismo revisa los mensajes publicitarios antes de que estos se emitan. Dicho organismo de autorregulación se llama Autocontrol.
En España, como en el resto de Europa y en Estados Unidos, los anuncios están sometidos, además de a la ley, a códigos a los que, de manera voluntaria, se adhieren la mayoría de las empresas de cada sector. Por eso, un organismo de autorregulación, Autocontrol, revisa gran parte de los anuncios antes de que se difundan.
Dado que como en casi todos los aspectos de la vida la publicidad "cuela" determinados mensajes sin que en principio resulten ofensivos, pero que tras la denuncia de algún colectivo o la alarma social correspondiente resulta retirado, no debemos pasar por alto la necesidad de llamar la atención sobre aquellos aspectos de la publicidad hirientes.
Es más, en especial la publicidad dirigida al público infantil, (donde el control es mayor), no es extraño el encontrar estrategias donde el reclamo publicitario se centra en los juguetes o cromos o regalos asociados a comidas en lugar de publicar las excelencias gastronómicas del mismo. Citando posts anteriores es más efectivo moldear mentes....
La última y más reciente controversia sobre la autorregulación de la publicidad se extiende a un tema tan sensible como la religión. Ya circulan en Barcelona y próximamente (si así se autoriza) lo harán en Madrid autobuses con mensajes a favor y en contra del ateísmo.
La publicidad es necesaria pero tiene que tener un medio, que no sé si será su autorregulación, para que no sea coactiva.
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